En laberintos de sombra me perdí, la botella, mi fiel amiga, mi laúd. En cada trago, un eco del ayer, promesas rotas que no puedo ver.
La mente nublada, el alma en penumbra, una danza macabra que me consume. Entre risas huecas y lágrimas de sal, busco un escape a este infernal compás.
Los demonios bailan en mi interior, me arrastran al abismo, sin temor. La fuerza se desvanece, la esperanza se apaga, en este torbellino que mi ser embriaga.
Mas en la oscuridad, una luz se asoma, un susurro que me llama, me conmueve y asombra. Es el eco de un amor que no se rinde, una mano tendida que mi alma nunca olvida.
Con paso tembloroso, me levanto de nuevo, enfrento mis miedos, mis fantasmas, mis sueños. En cada tropiezo, una lección aprendida, en cada caída, una nueva partida.
No soy perfecto, ni pretendo serlo, soy un guerrero que lucha contra su infierno. Con cicatrices en el alma, pero con la frente en alto, sigo adelante, buscando mi propio canto.
Comparto mi historia, mi dolor, mi verdad, para que otros encuentren en ella su libertad. Porque en la vulnerabilidad, nace la conexión, y en la unión, encontramos la redención.
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